Por Peter Young.
En Mayo tuvimos constancia de dos ocasiones en las que el FBI y la policía buscaron informadores para proveerles de datos sobre el movimiento local por los derechos de los animales.
En primer lugar, una mujer de West Palm Beach activa en el rescate de perros fue visitada en su casa por agentes del FBI. Le dijeron que los activistas anti-vivisección estaban “pasándose de la raya”, convirtiéndose así en “un peligro” y que iban a “herir a alguien”. El agente le dijo “usted tiene una capacidad de acceso que yo no tengo”. Le asguraron que sería “recompensada” por cualquier información que les diese. El agente también le ofreció invitarla a comer. Ella le dijo que no estaba interesada. Antes de marcharse, el agente la advirtió de que no se relacionase con activistas por los derechos de los animales.
A principios de Abril, un activista que trabaja haciendo páginas web recibió un mail de una “profesora de fitness” que le pedía ayuda para crear una página web. El activista quedó con la mujer en un café y hablaron durante una hora sobre el proyecto. La “profesora” reforzó su historia con fotos de ella trabajando y demás. Durante un segundo encuentro, la mujer mencionó que su novio era amigo de alguien que trabaja para el FBI, y aseguro que el FBI “pagaba bien” por información sobre los activistas locales por los derechos de los animales. Aseguró estar preocupada por que los activistas “se volviesen violentos”. El activista terminó pronto la conversación.
Es importante sacar a la luz este tipo de información cuando el FBI comienza su ronda. La mejor defensa es siempre el silencio, e historias como esta deberían ser un recordatorio para que todo activista recuerde porque nunca está bien hablar con la policía.
En primer lugar, una mujer de West Palm Beach activa en el rescate de perros fue visitada en su casa por agentes del FBI. Le dijeron que los activistas anti-vivisección estaban “pasándose de la raya”, convirtiéndose así en “un peligro” y que iban a “herir a alguien”. El agente le dijo “usted tiene una capacidad de acceso que yo no tengo”. Le asguraron que sería “recompensada” por cualquier información que les diese. El agente también le ofreció invitarla a comer. Ella le dijo que no estaba interesada. Antes de marcharse, el agente la advirtió de que no se relacionase con activistas por los derechos de los animales.
A principios de Abril, un activista que trabaja haciendo páginas web recibió un mail de una “profesora de fitness” que le pedía ayuda para crear una página web. El activista quedó con la mujer en un café y hablaron durante una hora sobre el proyecto. La “profesora” reforzó su historia con fotos de ella trabajando y demás. Durante un segundo encuentro, la mujer mencionó que su novio era amigo de alguien que trabaja para el FBI, y aseguro que el FBI “pagaba bien” por información sobre los activistas locales por los derechos de los animales. Aseguró estar preocupada por que los activistas “se volviesen violentos”. El activista terminó pronto la conversación.
Es importante sacar a la luz este tipo de información cuando el FBI comienza su ronda. La mejor defensa es siempre el silencio, e historias como esta deberían ser un recordatorio para que todo activista recuerde porque nunca está bien hablar con la policía.
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