Se equivocan –acaso– al pensar que el chamán es un religioso que quiere salvar al animal humano. Mircea Eliade tergiversó en 1951 la conexión con la naturaleza de los sabios tribales al compararlos al sacerdote de capilla. Y esa falsa analogía se expandió como polen en primavera. Eran sabios porque oían, no por jerarquía.
Tal como María Sabina escuchaba a los "niños santos" que hablaban: los hongos maravillosos, los verdaderos chamanes de antaño y hogaño sienten primitivamente el volcán en sus cuerpos y el bosque en sus arterias. Cada hueso es una piedra y el río es la sangre. Pero ése es un pelo de la cola. El manifiesto en cuestión es, sin lugar a dudas, un texto no solamente vigente, sino fundamental para despojarse de la camisa de fuerza que fijan la realidad y el espectáculo.
Jesús Sepúlveda
Escritor, profesor universitario.
Escritor, profesor universitario.
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